jueves, 9 de febrero de 2012

2012: El dolor será inevitable pero el sufrimiento, opcional.


Anunciaba hace unos días el FMI que España está jodidamente jodida. En el 2012 se esperaba una recesión (ir para atrás) de -1,7% y para el 2013 del -0,3%. Total, -2,0% en un par de años. Por si fuera poco, el déficit para 2012 y 2013, dicen estos señores, será del 6,8% y del 6,3% respectivamente. Y ayer Don Mariano predecía un año malo, muy malo. Eso sí, sin decir qué iba a hacer para que fuese un poquito menos malo. Vamos que el que no emigra es porque no sabe idiomas (aunque eso se aprende) o porque la familia o la hipoteca no le dejan.

Son augurios preocupantes aunque todo sea dicho, esas brillantes mentes del FMI junto a las renombradas agencias de calificación no supieron predecir allá en 2006 la que se venía encima así que quizás se equivocan de nuevo. Y si a eso le unimos que quizás Rajoy está muy callado porque está pensando en la gran solución, pues quizás quede todo en menos.

Pero más allá de las estadísticas, que están para que nosotros las cambiemos e interpretemos a voluntad, está el pulso emocional de la gente de la calle. De los taxistas, de las pescaderas, de los abuelos en los parques, de las profesoras de la guardería, de los camareros, de la gran masa que forma el grueso de la población. La gente que recibe cada día malas noticias. Sólo las victorias de nuestros deportistas parece compensar el aluvión de pesimismo y hacer más llevadero el día a día. Aunque nuestros vecinos se empeñen en desacreditar a nuestros deportistas (Pobrecillos debe ser muy duro organizar la mejor carrera ciclista de mundo y unos de los mejores torneos de tenis y que ninguno de sus “fills de la patrie” lo ganen nunca)

De acuerdo. Estamos muy mal. Y ahora qué? Porque por mucho que nos sigan bombardeando con esas noticias terribles, todavía  estoy esperando a que me den noticias de apoyo, de ilusión, de esperanza. Porque lo que de verdad necesitamos es CONFIANZA. Y digo confianza porque capacidad, la tenemos.

Y aquí puedo poner por ejemplo una experiencia personal. Tras acabar la carrera y cuando ya llevaba tres años trabajando, decidí trasladarme con mi pareja a vivir a Paris. Me iba con un sueldo un 30% más bajo a una ciudad un 30% más cara. No sabía bien, bien cuál iba a ser mi trabajo. Y por si fuera poco no sabía hablar, no digamos escribir, francés. El primer día que llegué a la oficina, me metieron en una reunión en la que además de no entender nada, me quedé solo en la sala en cuanto esta acabó porque no sabía ni donde debía ir. Jajaja, todavía me acuerdo. Durante dos semanas me dediqué básicamente a ordenar libros, carpetas, videos, etc. Cuando llegaba a casa y mi pareja me preguntaba “Qué tal ha ido hoy en la oficina” contestaba con un escueto “Bien, mucho movimiento…” y cambiaba de tema. Y al acostarme por la noche, ya con las luces apagadas me cagaba en todos las razones y motivos que me habían hecho aceptar venir a Paris habiendo dejado atrás mi trabajo y calidad de vida española. Pero eso no podía durar siempre. Y no porque era injusto o porque mi madre iba a llamar a director general de la empresa para decirle lo mucho que valía. No. Cambió cuando pude explicar que yo sabía, quería y podía hacer mucho más de lo estaba haciendo. Cuando entendieron que no estaba allí haciendo prácticas de 3 meses, que tenía una carrera y un master, que hablaba inglés muy bien y sobre todo, que tenía la confianza y determinación para aceptar más responsabilidad, ellos ganaron un activo para la compañía. Y yo un verdadero trabajo. A los tres meses era director de una cuenta internacional. A los dos años volvía a España con una mayor responsabilidad. Y bueno, luego pasaron otras cosas que no vienen a cuento.

Lo que sí tuve muy claro en esas semanas en galeras era que yo valía tanto o más que la gente que estaba a mi alrededor, y que además si lo demostraba hablando una lengua que desconocía dos meses antes, eso me daba ventaja añadida. Tenía confianza en mi mismo. Y también muchas dudas. Pero ambas cosas son compatibles.

Esa fue la primera de varias experiencias internacionales que he tenido. Y todas me han confirmado que aquí estamos tan o mejor preparados que los de fuera. Eso sí, tenemos un desventaja: la autocomplaciencia. Ese mal tan extendido aquí nos va a matar a todos. Porque no es la envidia nuestro problema, es la maldita autocomplaciencia. Son esas expresiones ridículas que dicen “Es que como aquí no se vive en ningún sitio” o “aquí sabemos vivir muy bien”. O “yo sin sol no puedo vivir”.
Son esas situaciones en las que aceptas vivir del paro porque por un poquito más vivo un par de años sin hacer nada, luego sirvo copas en el bar del amigo y luego ya veré. O seguir en tu puesto de trabajo, que odias desde hace tiempo, pero del que no te mueves porque estás absolutamente convencido de que la te has ganado los años trabajados x 45 días de indemnización. Y ahí estás siendo improductivo, involutivo, insatisfecho. O dejar escapar el sueño de tener tu propio proyecto porque perderías el coche de empresa, plan de pensiones.

Viene tiempos duros, tan duros que sólo los mayores recordarán algo parecido. Pero estamos preparados y podemos superarlo. Y saldremos más fuertes de esta…seguro!

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